Así soy yo.

Me llamo Carmen Rechi, sí, lo sé, un nombre un poco común para tus oídos. Pero no te preocupes, no soy muy diferente de ti, quizás solo un poco. No pienso, actúo. Claro que eso algunas veces me da muchos problemas. Me gusta soñar, cerrar los ojos y dejar volar mi imaginación, me gusta poder ponerme los cascos de mi mp4 y entrar en mi otro mundo, aquel mundo que no tiene nada que ver con este. Allí donde no soy la pringada de turno, ni la niña rara, soy alguien importante, realmente importante. Soy la dueña de mis pensamientos, de mis decisiones, hasta puedo decir que podría tener dominio sobre mis sentimientos.
No es que sea distinta, simplemente tengo otra forma de pensar. Durante años he intentado encajar, he querido ser igual que todas ellas.
Vestir a la última moda, salir con el chico más guapo del instituto, tener el último modelo de teléfono móvil y tener eso a lo que ellas llamaban “clase”. No es que se me diera mal, si no que tardé mucho en darme cuenta de que yo no era ese tipo de persona. Ahora estás terminando de leer el principio de un gran mundo.

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sábado, 19 de noviembre de 2011

Lo llamaban esperanzas..

Era agradable pensar en ti.

¿Sabes? Pasaba mucho tiempo diciendo, él vendrá, él es mi mejor amigo, si tuviera que besar alguna vez a algún chico en la boca, sería a él.
¿Porqué? No lo sé, el cariño de unos meses hicieron mucho. Más de lo esperado.
Es reconfortante verte, y decir, sí, él sigue aquí.
Ahora pasea por unas calles chiquititas y a la vez inmensas, con adoquines de una época que marcó a este país. País de mierda donde nadie va a mirar a la izquierda o a la derecha por si le atropellan. Él va, empezando desde atrás, frenando el coche y arrancándolo después. Baja lentamente una cuesta, y la sube como si de una llanura se tratase. No va a contracorriente, sigue las pautas indicadas, no se atreve a salir, vive en una burbuja de la que es difícil apartarse. Aunque ya no creo en sus posibilidades, dejó de sorprenderme de un momento a otro, sin más.
Te busco, y te encuentro. Me diriges ciertas palabras amables, me complaces con gestos amigables a través de una pantalla. En cambio, atiendes a tu nueva casa, a tus pensamientos, y no los compartes. Me alejo y te alejas.
Un poco de atención no es mucho. Un mensaje disminuye la lejanía. El tiempo y el orgullo la aumentan.
No sé nada, sólo sé que desde que un hecho se puede describir, va desapareciendo. Como aquella vez que te llamé mejor amigo, no sé si es inevitable, siento impotencia, no quiero que pase. Punto.
Aún así, ahora no es punto y final.

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